Los kilométricos y frecuentes apagones se han convertido en la mayor retranca para el desarrollo y el normal desenvolvimiento en la frontera, porque los mismos inciden negativamente en la economía, la educación y la seguridad ciudadana.
En el caso particular de Dajabón ocurren entre 3 y 4 suspensiones diarias, algunas de las cuales oscilan entre las 5 y 12 horas, y la única respuesta que reciben los usuarios/as, así como la población en general es el silencio de Edenorte Dominicana, la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEEE) y la Superintendencia de Electricidad.
El castigo de los apagones afecta considerablemente a los sectores productivos, los centros educativos y formativos, y lo mismo pasa con determinados y amplios servicios, y en cuanto a los hogares, el deterioro del suministro es grave.
Afirman que los actores del sector eléctrico se han convertido en cómplices y fieles aliados de la pobreza y la delincuencia, porque, por un lado, a mayor cantidad de apagones mayores montos en las facturaciones, y la oscuridad favorece extraordinariamente a los delincuentes.
En cuanto a los establecimientos en sus diferentes naturalezas de la producción y los servicios, dicen que a su situación, en el caso de los medianos y grandes, se suman los altos precios de los combustibles para el uso de sus plantas, y en torno a los pequeños, no les queda de otra que irse a la quiebra, lo que también genera sus consecuencias en el aumento de la pobreza y la delincuencia.
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